Fragmentos Literarios


El Testimonio Del  Árabe Loco
Parte III

Me despertó el ladrido de un perro o, quizá, el aullido de un lobo, extrañamente sonoro y cercano. El fuego se había convertido enunas brasas, y los rojos resplandecientes rescoldos proyectaban una débil y danzante sombra sobre el monumento de piedra con las tres tallas. Mientras me apresuraba a encender otra hoguera, la roca gris comenzó a elevarse despacio en el aire, como si fuera una paloma. Fui incapaz de moverme o hablar debido al miedo que paralizó mi columna vertebral e inmovilizó mi cerebro con dedos gélidos. El Dik de Azug-bel ya no me era más extraño que esta visión, aunque pareció fundirse entre mis manos.

De inmediato, oí una voz baja que procedía de cierta distancia, y un miedo distinto al de la posibilidad de que fueran unos merodeadores se apoderó de mí; temblando, rodé hasta situarme detrás de unos arbustos. Otra voz se unió a la primera y, al rato, varios hombres vestidos con las túnicas negras de los ladrones se reunieron en el lugar donde yo había estado, rodeando la roca flotante, sin mostrar ninguna señal de pavor.

Entonces vi con claridad que las tres tallas del monumento brillaban con una centellante tonalidad flamígera, como si la roca estuviera ardiendo. Las figuras murmuraban al unísono una plegaria de invocación de la que apenas se podían distinguir unas palabras, y estas en una lengua desconocida; no obstante, ¡y que ANU se apiade de mí! esos rituales ya no me son desconocidos.

Los hombres, a los que no podía distinguir ni reconocer sus caras, empezaron a apuñalar con frenesí el aire con unos cuchillos que brillaban fríos y afilados en la noche de la montaña.

De debajo de la roca flotante, del mismo suelo donde había estado emplazada, se alzó la cola de una serpiente. Sin duda era la más grande de las que yo había visto. La parte más delgada tenía el grosor del brazo de dos hombres, y, a medida que se elevaba de la tierra, la siguió otra, aunque el fin de la primera no se distinguía y parecía hundirse en el mismo Abismo. Esas extremidades fueron seguidas por otras; el terreno comenzó a sacudirse bajo la presión de tantas extremidades enormes. El cántico de los sacerdotes, porque ya sabía que eran los sirvientes de un Poder oculto, se hizo mucho más sonoro, casi histérico.

¡IA! ¡IA! ¡ZI AZAG!
¡IA! ¡IA! ¡ZI AZKAK!
¡IA! ¡IA! ¡KUTULU ZI KU!

¡IA!

El Necronomicon
H.P. Lovecraft



El Despertar Del Pensamiento

Entre otras convicciones formadas en mi presencia común a lo largo de mi vida responsable y tan peculiarmente configurada, existe la convicción indudable de que en todo tiempo y en todo lugar de la tierra, entre personas de toda clase de evolución del entendimiento y de toda forma de manifestación de los factores  que engendran en su individualidad todos los tipos de ideales,existe la tendencia adquirida, al emprender algo nuevo, de pronunciar invariablemente de viva voz, o si no, al menos mentalmente, esa definida expresión al alcance de todos, incluso de los menos instruidos, que en las distintas épocas ha encontrado formas acordes para su formulación y que actualmente expresamos con las siguientes palabras: «En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, Amén.»

Esta es la razón por la cual yo también, ahora, al lanzarme a esta aventura totalmente nueva para mí —me refiero a la creación literaria— voy a empezar por pronunciar esta expresión y, lo que es más, por pronunciarla, no sólo en voz alta, sino incluso con toda claridad y con una plena (según la definían los antiguos Tolositas) «entonación totalmente manifestada»; con esa plenitud, por supuesto, que sólo puede florecer en mi totalidad, de los datos ya formados y perfectamente arraigados en mí para dicha manifestación; datos que se forman generalmente en la naturaleza del hombre —dicho sea de paso— durante su edad preparatoria y que más tarde, durante su vida responsable, engendran en él la capacidad para la manifestación de la naturaleza y la vivificación de dicha entonación.

Habiendo comenzado así, pues, puedo ahora sentirme perfectamente tranquilo e incluso podría llegar a tener la seguridad de que, de acuerdo con las ideas de moralidad religiosa aceptadas por mis contemporáneos, todo cuanto acontezca a partir de ahora en esta nueva aventura mía, habrá de desarrollarse armoniosamente y sin violencia o, como dicen algunos, «como una pianola».

En todo caso, éste es el comienzo; en cuanto al resto, por ahora sólo puedo decir, como decía el ciego, «ya veremos».

Antes que nada, voy a poner mi propia mano, además la derecha, que —si bien se halla momentáneamente lesionada debido al contratiempo que no hace mucho me sobrevino— no deja por ello de ser realmente mi propia mano que nunca jamás en toda mi vida me ha abandonado, sobre el corazón —claro está que también el mío—, (sobre cuya constancia o inconstancia no considero necesario explayarme aquí) para confesar con franqueza que personalmente, no tengo el menor deseo de escribir, pero circunstancias imperiosas, totalmente ajenas a mí me han forzado a hacerlo y yo mismo no sé si esas circunstancias surgieron por accidente o fueron creadas intencionalmente por fuerzas extrañas. Lo que sí sé es que dichas circunstancias no me impulsan a escribir cualquier cosa, por ejemplo, una de esas lecturas que sirven para dormirnos después de habernos acostado, sino pesados y voluminosos tratados.

Relatos De Belcebú  A Su Nieto
Libro Primero
Capítulo 1
G. I. Gurdjieff



Ante El Velo 

Según se nos dice, hace diez y nueve siglos que la divina luz del cristianismo disipó las tinieblas del paganismo, y dos siglos y medio que la refulgente lámpara de la ciencia moderna empezó a iluminar la obscura ignorancia de los tiempos. Se afirma que el verdadero progreso moral e intelectual de la raza se ha realizado en estas dos épocas. Que los antiguos filósofos eran suficientemente sabios para su tiempo, pero poco menos que letrados en comparación de nuestros modernos hombres de ciencia. La moral pagana bastó a las necesidades de la inculta antigüedad, hasta que la luminosa “Estrella de Bethlehem” mostró el camino de la perfección moral y allanó el de la salvación. En la antigüedad, el embrutecimiento era regla, la virtud y el espiritualismo excepción. Ahora, el más empedernido puede conocer la voluntad de Dios en su palabra revelada; todos los hombres desean ser buenos y mejoran Constantemente.

Tal es la proposición: ¿qué nos dicen los hechos? Por una parte, un clero materializado, dogmático y con demasiada frecuencia corrompido; una hueste de sectas y tres grandes religiones en guerra; discordia en lugar de unión; dogmas sin pruebas; predicadores efectistas; sed de placeres y riquezas en feligreses solapados e hipócritas, por exigencias de la respetabilidad. Esta es la regla del día; la sinceridad y verdadera piedad la excepción. Por otra parte, hipótesis científicas edificadas sobre arena; ni en la más sencilla cuestión, acuerdo; rencorosas querellas y envidias; impulso general hacia el materialismo; lucha a muerte entre la ciencia y la teología por la infalibilidad: “Un conflicto de épocas.”

En Roma, que a sí propia se llama centro de la cristiandad, el putativo sucesor de Pedro mina el orden social con su invisible pero omnipotente red de astutos agentes, y les incita a revolucionar la Europa en favor de su supremacía espiritual y temporal.Vemos al que se llama Vicario de Cristo, fraternizar con los musulmanes, contra unanación cristiana, invocando públicamente la bendición de Dios para las armas de quienes por siglos resistieron a sangre y fuego las pretensiones del Cristo a la Divinidad. En Berlín, uno de los mayores focos de cultura, eminentes profesores de las modernas ciencias experimentales han vuelto la espalda a los tan encomiados resultados del progreso en el período posterior a Galileo, y han apagado tranquilamente la luz del gran florentino, con intento de probar que el sistema heliocéntrico y la rotación de la tierra son sueños de sabios ilusos: que Newton era un visionario y todos los astrónomos pasados y presentes, hábiles calculadores de fenómenos improbables.

Entre estos dos titanes en lucha, ciencia y teología, hay una muchedumbre extraviada que pierde rápidamente la fe en la inmortalidad del hombre y en la Divinidad, y que aceleradamente desciende al nivel de la existencia animal. ¡Tal es el cuadro actual iluminado por la meridiana luz de esta era cristiana y científica!

¿Fuera de estricta justicia condenar a lapidación crítica al más humilde y modesto autor, por rechazar enteramente la autoridad de ambos combatientes? ¿No deberíamos más bien tomar como verdadero aforismo de este siglo, la declaración de Horacio Greeley: “No acepto sin reserva la opinión de ningún hombre, vivo o muerto?”.

Isis Sin Velo Tomo I
Clave de los Misterios de la 
Ciencia y Teología Antigua y Moderna
Helena Petrovna Blavatsky



El Testimonio Del  Árabe Loco
Parte II

He viajado por debajo de los Mares en busca del palacio de Nuestro AMO, y encontré monumentos de piedra de civilizaciones derrotadas, descifrando las escrituras de algunas de ellas; otras siguen siendo un misterio para cualquier hombre vivo. Y estas civilizaciones fueron aniquiladas por el conocimiento que contiene este libro.

He viajado por las Estrellas y he temblado ante los Dioses. Por fin, he encontrado la fórmula con la que atravesé el Pórtico 6de ARZIR, pasando hacia los reinos prohibidos de los asquerosos IGIGI.

He evocado a demonios y a los muertos. He invocado a los fantasmas de mis antepasados, dándoles una apariencia real y visible en las cimas de los templos construidos para alcanzar las estrellas y tocar las más bajas cavidades del HADES. He luchado con el Mago Negro, AZAGTHOTH, en vano, y huí a la Tierra invocando a INANNA y a su hermano, MARDUK, Señor del hacha de doble filo.

He levantado ejércitos contra las Tierras del Este llamando a las hordas de espíritus malignos a las que obligué a ser mis súbditos, y al hacerlo encontré a NGAA, el Dios de los paganos, aquel que escupe llamas y ruge como mil truenos. He encontrado el miedo. He encontrado el Pórtico que conduce al Exterior, ante el que los Antiguos, que siempre buscan entrar en nuestro mundo, mantienen una eterna vigilia.

He respirado los vapores de aquella Antigua, la Reina del Exterior, cuyo nombre está escrito en el terrible texto MAGAN, el testamento de alguna civilización muerta por culpa de sus sacerdotes, que, anhelantes de poder, abrieron ese terrible y maligno Pórtico una hora más de la debida, siendo consumidos.

Adquirí este conocimiento debido a unas circunstancias bastante peculiares, cuando aún era un ignorante hijo de un pastor de lo que los griegos llaman Mesopotamia. Cuando apenas era un joven que viajaba solo por las montañas hacia el Este, que sus habitantes llaman MASSHU, di con una roca gris tallada con tres símbolos extraños. Se erguía tan alta como un hombre y tan ancha como un toro.

Se hallaba firmemente emplazada en la tierra y no fui capaz de moverla. Sin pensar más en las tallas, salvo que podían ser el decreto de algún rey que había marcado alguna antigua victoria sobre un enemigo, encendí un fuego en su base con el fin de protegerme de los lobos que vagan por aquellas regiones y me fui a dormir, ya que era de noche y me encontraba lejos de mi poblado, Bet Durrabia. A tres horas del amanecer, el diecinueve de Shabatu,

El Necronomicon
H.P. Lovecraft



Noche Del Infierno

He bebido un enorme trago de veneno. ¡Bendito tres veces el consejo que ha llegado hasta mí! Me queman las entrañas. La violencia del veneno me retuerce los miembros, me vuelve deforme, me derriba. Me muero de sed, me ahogo, no puedo gritar. ¡Es el infierno, la pena eterna! ¡Ved cómo se alza el fuego! Ardo como es debido. ¡Anda, demonio! Yo había entrevisto la conversión al bien y a la felicidad, la salvación. ¡Pero cómo describiría mi visión, si el aire del infierno no soporta los himnos! Eran millones de criaturas
encantadoras, un suave concierto espiritual, la fuerza y la paz, las nobles ambiciones, ¿qué sé yo?

¡Las nobles ambiciones!

¡Y esto sigue siendo la vida! ¡Si la condenación es eterna! Un hombre que se quiere mutilar está bien condenado, ¿no es así? Yo me creo en el infierno, luego estoy en él. Esto es el catecismo realizado. Soy esclavo de mi bautismo. Padres, habéis hecho mi desgracia y la vuestra. ¡Pobre inocente! El infierno no puede atacar a los paganos. ¡Esto sigue siendo la vida! Más tarde, las delicias de la condenación serán más profundas. Un crimen, pronto, y que caiga yo en la nada, según la ley humana.

¡Pero calla, cállate! ... Aquí están la vergüenza, el reproche: Satán que dice que el fuego es innoble, que mi cólera es espantosamente estúpida. ¡Basta! ... Son errores que me susurran, magias, perfumes falsos, músicas pueriles. -Y decir que yo poseo la verdad, que veo la justicia: tengo un juicio sano y firme, estoy a punto para la perfección... Orgullo-. La piel del cráneo se me deseca. ¡Piedad! Señor, tengo miedo. ¡Tengo sed, tanta sed! Ah, la infancia,

la hierba, la lluvia, el lago sobre las piedras, el claro de luna cuando en el campanario sonaban las doce... a esa hora el diablo está en el campanario. ¡María! ¡Virgen Santa!.

Horror de mi estulticia.

Allá lejos, ¿no hay almas honestas que me quieren bien?... Venid... Tengo una

almohada sobre la boca y ellas no me oyen, son fantasmas. Además, nadie piensa nunca en los otros. Que no se me acerquen. Es seguro que huelo a chamusquina. Las alucinaciones son innumerables. Esto es de veras lo que me pasó siempre: ninguna fe en la historia, olvido de todos los principios. Me lo callaré: Poetas y visionarios se pondrían celosos. Yo soy mil veces más rico, seamos avaros como el mar.

Una temporada En El Infierno
Jean Arthur Rimbaud



El Custodio

Carcasa, mecanismo, ritmo inútil de un latir, pero no más un hombre. Ayuno de lágrimas en las exequias de su voz, quiso un voto suicida de quietud y de ausencia.

Pábulo de su vegetar es tan sólo una duda cristalizada en el deseo (concedido por el terror) de no verse nunca profanada por la verdad. En la mortaja de un arcano sibilino yace el desterrado, en el abandono voluntario que le jura cicatrices.

Yerra el que ve un desvelo o un dormir; quien presiente un suspenso enredado en la muerte intuye el rumbo. Ella (me atrevo a invocarla) fue verbo en el papel sagrado de su soledad; él, ahora, invidente cancerbero de esas líneas que no descifrará jamás. Se impuso el enigma y su guarda celosa, se denudó de toda otra inquietud o sentido. Es para no ser más que su vigilia.

Profetiza no más que palabras, improntas que eternizan lo que se cree extinto. Luego no piensa, prefiere el extravío. Pero importuno, entre las sombras que lo empapan, su instinto que languidece lastima aún con anhelos de subversión, La mano tiembla. Hasta el sacro mutismo en el que había cifrado un abismo se corrompe, mancillado con el zumo cáustico del fruto vedado. Gastado en silencios interrumpe al fin la pálida inercia.

En su envejecido estatismo resuelve un intento. En un giro veloz, se convierte en verdugo de la incógnita por la que otrora velara. Paladea el vértigo. Ata sus ojos a la caligrafía, que descubre meditada y purísima.

Conoce que fue amado y se abandona al vendaval que lo desarma, que desmiente su parálisis y lo libera. Redimido así de su holocausto, alcanza finalmente el deceso.

Despierta de un golpe embozado en penumbras; lo busca. El libro aún está allí, inviolado y secreto. Arremete contra él una estampida de recuerdos que censura como a una blasfemia; el dolor es hondo. Se abraza a su objeto y se desposee de toda tentación. Nuevamente, sereno y vacío, busca el sueño en lejanías inventadas.

Relicario de Tinieblas
Martín Tisera.



El Testimonio Del  Árabe Loco

Este es el testimonio de todo lo que he visto y de todo lo que he aprendido en aquellos años en que poseí los Tres Sellos de MASSHU. He visto Mil y Una lunas, y seguro que es suficiente para la vida de un hombre, aunque se asegura que los Profetas vivieron mucho más. Estoy débil y enfermo, y soporto un gran cansancio y agotamiento; un suspiro mora en mi pecho como si fuera una oscura linterna. Soy viejo.

Los lobos transmiten mi nombre en sus conferencias de medianoche, y esa Voz sutil y tranquila me llama de lejos. Y una Voz mucho más próxima me gritará al oído con limpía impaciencia. El peso de mi alma decidirá cuál será el lugar final de mi reposo. Antes de que llegue la hora, debo escribir todo lo que pueda sobre los horrores que acechan Fuera y que aguardan ante la puerta de cada hombre, porque este es el arcano antiguo que ha sido legado desde tiempos remotos, pero que fue olvidado por todos, con la excepción de unos pocos, que son los adoradores de los Antiguos (¡que sus nombres sean borrados de la existencia!). Si no completo esta misión, tomad lo que haya aquí y descubrid el resto, porque queda poco tiempo y la humanidad no conoce ni entiende el mal que le espera desde todos lados, desde cada Pórtico abierto, desde cada barrera rota, desde cada acólito sin mente que hay en los altares de la locura.

Porque éste es el Libro de los Muertos. El libro de la Tierra Negra, que yo he escrito arriesgando mi vida, de forma exacta a 5 como lo recibí en los planos de los IGIGI, los crueles espíritus celestiales que existen más allá de los Peregrinos de los Yermos.

Que todos aquellos que lean este libro reciban la advertencia de que el hábitat de los hombres es observado y vigilado por la Raza Antigua de dioses y demonios que proceden de un tiempo anterior al tiempo, y que buscan venganza por aquella Batalla olvidada que tuvo lugar en alguna parte del Cosmos y desgarró los Mundos en los días anteriores a la creación del Hombre, cuando los Dioses Mayores caminaban en los Espacios, cuando estaba la raza MARDUK, tal como la conocen los caldeos, y ENKI, nuestro amo, el Señor de los Magos.

Sabed, entonces, que yo he recorrido todas las Zonas de los Dioses, y también los lugares de los Azonei, y que he descendido a apestosos sitios de Muerte y Sed Eterna, que pueden alcanzarse a través del Pórtico de GANZIR, construido en UR en los días anteriores a Babilonia.

Sabed también que he hablado con todo tipo de espíritus y demonios, cuyos nombres ya no se conocen en las Sociedades del Hombre, o que nunca fueron conocidos. Y los sellos de algunos están escritos aquí; sin embargo los de otros me los he de llevar conmigo cuando os deje. ¡Que ANU tenga misericordia de mi alma!

He visto tierras Desconocidas que ningún mapa ha cartografiado jamás. He vivido en los desiertos y los yermos, y he hablado con demonios y con las almas de los hombres asesinados, y también con las almas de las mujeres que murieron al nacer, víctimas de ese demonio femenino, LAMMASHTA.

El Necronomicon
H.P. Lovecraft


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